mich-mèx / méxico pura vida. roger velàzquez
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noche de muertos
La
Fiesta de las Ánimas
Es
la noche de los altares, de la magia, de las velas de cera, del
incienso,
de las ofrendas, de la flor amarilla de cemapasúchilt y del
morado
lirio silvestre, de las "calacas" (calaveras de azúcar), del
recuerdo,
de los crucifijos, del tequila y de la familia. Vivos y
muertos
se encuentran en los cementerios en un fiesta de duelo y de alegría.
El día uno de noviembre en México vuelven las ánimas de los que ya hace
El día uno de noviembre en México vuelven las ánimas de los que ya hace
tiempo
que estuvieron en la tierra para reunirse con sus antepasados. La
vida
sólo es una fase de un ciclo infinito, una manifestación más del ánima.
Las
ceremonias más importantes del estado de Michoacán son las de los
indios
purépechas que viven en la orilla del lago de Pátzcuaro y sus
islas,
en la meseta tarasca. La Fiesta de las Ánimas mexicana mezcla el
culto
a los muertos de las culturas de los pueblos indígenas
prehispánicos
y de la religión cristiana de los conquistadores
españoles.
Los símbolos católicos conviven con los indígenas.
Los
preparativos de la fiesta se inician en junio, con la siembra de la
flor
del cempasuchitl, la que en México se conoce como "tiringuini" y
que
el uno de noviembre cubrirá de amarillo los cementerios.
En
el atardecer, cuando las mariposas blancas empiezan a llegar a la
orilla
del lago, los purépechas dicen que ya van llegando las ánimas de
los
abuelitos.
Unos
días antes de la celebración, los purépechas ya empiezan a ir al
campo
para cortar flores, a arreglar los altares, y a preparar las
ofrendas
y el pósole, la comida típica de la noche de los muertos.
Los
espíritus que todavía están en la tierra
La
mañana del uno de noviembre es un ir y venir de visitas. Las familias
que
recientemente han perdido un ser querido se reúnen en casa del
difunto
para recibir a los amigos y parientes que se sumarán a la
celebración.
Prepararán altares de flores y frutas que vienen a ser una
especie
de retrato del fallecido, porque en ellos colocan fotografías y
cualquier
cosa que le gustaba para recordarle. Desde sus mejores
vestidos
hasta la cerveza que bebía, la música que escuchaba o su
perfume
preferido.
Guadalupe
Hernández, de Morelia, junto a toda su familia, se ha volcado
en
su tío Juan, que murió hace tres meses. Su casa está perfectamente
iluminada,
un camino de velas y flores conduce a los visitantes hasta la
puerta,
y en el interior hay un enorme altar. Allí se han reunido
quienes
más le conocían para entregarle sus ofrendas y recordarle con
oraciones,
cantos y una rica comida de platillos caseros. Hablan de lo
que
fue su paso por la comunidad, de sus historias.
El
espíritu de Juan, como el de todos los muertos recientes, todavía
está
en su casa. Y el uno de noviembre las ánimas que ya se fueron, como
él,
también estuvieron en la tierra vuelven para reunirse con sus
familiares
y recoger a los difuntos del año. Su familia y amigos le
despiden
en su últimas horas en la tierra antes de emprender el viaje
que
le llevará con sus antepasados. Su finalidad es hacer más placentera
esta
larga travesía.
Al
caer la noche, Guadalupe y su familia se llevarán el altar de Juan al
cementerio,
en su tumba. Allí encenderán una hoguera y pasarán la noche
en
vela para acompañarle antes de que se vaya definitivamente.
Las
Ánimas que vuelven
El
uno de noviembre también es el día de los muertos que ya se fueron de
su
cuerpo. Los cementerios se llenan de familias que se reencuentran con
sus
muertos llevándoles ofrendas muy vistosas. Se sientan a contemplar
el
altar y a orar por los muertos. Y, de vez en cuando, se arrodillan
ante
la cruz para evocarlos.
La
campana del pueblo suena constantemente para orientar el camino de
las
ánimas que vuelven. Esta noche, la comunidad purépecha siente la
presencia
de sus antepasados y recuerda lo
que fueron con gran cariño y
respeto.
Al amanecer, después de la misa, las familias dan la comida que
han
llevado a las tumbas de sus difuntos a los más necesitados.
En
el cementerio, es fácil reconocer las tumbas que ya han pasado una
fiesta
de las ánimas porque tienen cruz. En las nuevas, donde yacen los
fallecidos
del año, las colocarán sus parientes justo después de la
celebración,
después de recibir la benedicción.
La
Fiesta de los Angelitos
La
noche del 31 de octubre está dedicada a los niños fallecidos. Sus
casas
se adornan con flores, velas, juguetes, dulces y ropa. La familia
se
reúne en casa del padrino de bautizo, donde empieza la celebración.
Mientras
las mujeres cargan con las ofrendas, los hombres lanzan
cohetes.
Se dirigen hacia la casa del "angelito" al ritmo de la orquesta
que
les acompaña. Después de rezar un rosario, los padrinos invitan a
bailar
a los padres y parientes, que a su vez les ofrecen nacatamales,
atóle
o pózole. La fiesta dura toda la noche. Es una manera de entender
la
vida y la muerte.
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